miércoles, 9 de diciembre de 2009


Laura Engelbrecht

Leo en tus ojos sepia
Un lenguaje agitándose en los acantilados
Con su marea de sílabas
Desprendiéndose como aves silvestres.

Retorno con la huella de mis ojos,
A la vasija de los símbolos
Que construyeron los pórticos de la primera pincelada.
Tristan Tzara rompiendo el cristal retiniano
Del viejo siglo adormecido en el sendero polvoriento,
Bretón rearmando el pensamiento,
Duchamp invirtiendo el arte de la mente,
Y vino el dolor del pesimismo beligerante,
La angustia de los versos
El poema amalgamado por el hierro de las balas.

Una trápala de jinetes oscuros invadiendo territorios,
Gigantes de hormigón aplastando la libertad,
Esa es la comedia del ratings,
Del humanismo engullendo seres desprotegidos,
Aun así la palabra florece en la noche oscura
Y mi mente rebosa de ideas y de cómplices.

Las abejas laboran en la noche, en silencio,
El poeta reconstruye los sueños del hombre,
Tu palabra y la mía, la de muchos sonidos surcados en el viento
Transmigran de versos en verso, entre albas páginas
Arañando la soledad.
Escribe: Samuel Maldonado de la Fuente

martes, 8 de diciembre de 2009

LA PALABRA Y EL SUEÑO

"Al atardecer se me aglomeran las palabras, las sílabas dispersas,
las ideas transitorias, y las recojo entre mis manos, las revuelvo, las mezclo con aguas desmenbradas por el invierno, las aliño con los sueños de mi mente, nada queda ausente en este amasijo de papel."

smf.


CANTOS URBANOS

Invento pasiones urbanas,
en esta Calle desolada por corruptos letreros
Para estos ojos de viento
Iluminando rincones de sueños derrumbados.

El delirio insomne
de mi palabra convertida en aire
se multiplicada en otras voces,
deambulando en una ebria oscuridad.
La palabra se despoja de la corbata
de los círculos herméticos,
de las matemáticas del poder,
del hombre cifra,
de la muerte prematura,
de la hormiga que construye senderos inconclusos.

Las calles estrechas
dde mis versos míseros,
sepultan el idioma de la mentira,
la libertad confinada a la tibieza,
esclavos agobiados
por los bancos, los políticos, los sacerdotes del poder.

¿De que sirve mi voz, mi sílaba, mi pensamiento?
Los poetas somos unos mentirosos,
ilusionamos la metáfora
haciéndola palabra irreal,
cavando una sepultura en el alma.

La poesía es una calle desolada
un libro mudo expeliendo soledad,
es una ciudad abandonada
cuyas veredas de sílabas
hablan del cansancio de mis pasos.

Cuando la sombra enciende sus faroles,
camino por las alamedas taciturnas,
deambulo por los bares de ensueño,
escudriño las aves oscuras, perros malolientes,
hombres desalentados, una calle muerta.
La palabra es mi veneno, mi propia tumba,
la ciudad fenecida.
El poema es mi absolución.


EL DOLOR DE TODAS LAS PALABRAS

El espasmo de todos los dolores
Se anuncia en la palabra,
El cuerpo se invade de estallidos
Un vagido de mi boca
Despierta los sentidos.
El dolor de todas mis pesadillas,
el dolor ambulatorio
que invade mi silencio,
el aullido de la miseria,
el rincón abandonado de las cartas olvidadas,
una daga se ha clavado en mi palabra.


EL VALS TRISTE DE JEAN SIBELIUS

Tres golpes y una puerta se abre,
ingresa el músico con su violonchelo,
avellano de otoño;
los ojos escrutan el silencio,
hay invierno en el follaje de su cabellera,
la voz trémula que invade el salón de uva negra.

Se desprende el compás fúnebre de las cuerdas,
el alma se sorprende con la melodía del dolor,
los dedos danzan deshojando la flor del aire,
su cuerpo prolonga la letanía del amor,
derrumba muros para quebrar el círculo de la tristeza,
es la pequeña muerte del miedo a la vida.

Un cortejo de acordes interviene el silencio,
el músico interrumpe su vuelo,
y permite respirar a los insectos,
hemos abandonado la cárcel de la tierra desierta;
es el Vals triste de Jean Sibelius,
que prolonga la noche y los misterios,
rosa imaginaria desatada en melodía de espigas.


LAUTARO EDEN

Encontraron su cadáver
Flotando en el éter de los canales del sur.
Escuetamente se dijo: “Murió por inmersión”.
Lautaro Edén, el último de los Kaweshkar

Sus huellas silenciosas nacieron en los fiordos libertarios
Entre canales de lanchones extraviados en el tiempo,
Sus huellas de agua deambularon
En el frío caudal de una noche sin estrellas,
Era un niño que quería ser ángel
O un ave elevándose en los sueños.

El viento con su oxigeno de inverno
Extravió sus ojos de aborigen,
Las aguas arrastraron su noche
Entre sombras espectrales
Una nave suscribió el caudal de su destino.

Lautaro Edén lo bautizaron,
Como quien etiqueta una mercancía,
La civilización lo condecoró marinero de tierra inmóvil.

Un día escapó en su lanchón de sueños,
Regresó hombre a los acantilados y aguas de su memoria,
Rasgó la tela inútil y la suela inerte,
¿Quién puede cambiar el alma de los ensueños?
Fue una difusa noche con su ropaje de coipos,
Entre acantilados en el mar del sur
Se pierde su voz en una balsa de infancia.
Escuetamente se dijo: “Murió por inmersión”.
Nació entre peces escurridizo, aguas benevolentes,
Y lanchones sin destino,
Un hubo tiempo de enseñarle a nadar.


Poemas de Samuel Maldonado de la Fuente